Abstract

Nuestra sociedad ha venido presentando un cambio importante en los paradigmas culturales, económicos y laborales, influenciados por la tecnología y la velocidad de adaptación que nos exige el momento actual En el ámbito laboral, la modificación se ha dado en todos los aspectos: El modelo económico de crecimiento continuo y predecible que permaneció estable durante el siglo XX, donde el trabajador tenia garantizado un estatus laboral a lo largo de su vida, creaba fuertes lazos con su empresa, no solo a nivel laboral con sus compañeros y superiores, sino que además, la misma empresa hacía parte importante de su plan de vida y su desarrollo como persona proyectando estabilidad y sentido de pertenencia; todo esto fue sustituido por un modelo flexible basado en los resultados inmediatos que proyecta éxito a corto plazo y permite una economía más dinámica. Sin embargo, en aras a la velocidad del nuevo modelo económico y la presión por la obtención de los resultados (ganancias, posicionamiento de marca, entre otros) impartidos por las directivas de las empresas que obligan a los trabajadores a producir rápidamente sus productos, a generar necesidades sociales con el fin de venderlos, a innovar permanentemente para continuar vigentes en el mercado, y el carácter inmediato de los objetivos y metas por cumplir, no se logra generar ningún tipo de lazos afectivos, ni nociones de permanencia ni mucho menos compromiso empresarial; de hecho, la pertenencia a un trabajo, que antes se percibía como parte fundamental del desarrollo personal de cualquier individuo, ahora es simplemente una necesidad transitoria y “el empleado pasa de ser parte fundamental de un engranaje, a una simple ficha de una vasta pero oscura estructura”. Esos cambios que han sido bastante rápidos, han traído consigo una forzada adaptación de los trabajadores a condiciones laborales cambiantes con múltiples modificaciones en los factores de riesgo laborales, donde ahora han adquirido mayor prevalencia los de orden psicosocial, y dentro de estos, el Burnout como manifestación del estrés crónico se ubica entre las patologías de mayor prevalencia.